martes, 8 de enero de 2013


El lenguaje de la iluminación
Parte II
LA ILUMINACIÓN Y LAS EMOCIONES
Una fotografía puede ejercer sobre nuestras emociones un efecto poderoso vinculado con la composición de la imagen. La luz, entre los elementos plásticos que intervienen, es en la mayoría de los casos el más influyente.
De aquí la importancia de conocer a fondo el modo en que la luz incide sobre los objetos y el resultado que sobre las imágenes se produce.
En este estudio trabajamos sobre la correlación existente entre los efectos físicos que produce la iluminación y su reflejo en la mente del espectador.

Imágenes dramáticas o imágenes descriptivas
Uno de los primeros impactos que puede producir una imagen está vinculado con su carácter dramático,  algo que podríamos llamar el “clima” de la imagen que va desde un contenido dramático intenso hasta la neutralidad de una imagen descriptiva.  
Imágenes neutras o descriptivas son aquellas que supuestamente pretenden informar de manera lo más precisa y veraz acerca del objeto de la fotografía.  Al decir “supuestamente” estamos significando la intención de difícil cumplimiento que consiste en no cargar la imagen con ningún mensaje emocional o subjetivo: “esto que se ve, esto es lo que es”.
Productos, paisajes, algunos retratos, pueden ser realizados con esta intención descriptiva,  y la lectura de la imagen se efectúa mediante un código de lectura común y delimitado.
La fotografía documental, aunque la intención sea descriptiva, puede recibir una enorme carga dramática como producto de la situación fotografiada en sí misma, aún cuando el fotógrafo sólo tenga la intención de registrar fielmente lo que ve.  En este caso la iluminación puede acentuar o no esta cualidad de producir emociones inherente a la escena.
Lo opuesto de imágenes puramente descriptivas serían aquellas de alto contenido dramático,  en éstas encontramos elementos que, por su contenido documental o por su composición,  despiertan emociones en el espectador.
Esta componente dramática provoca múltiples lecturas y tiene la cualidad de ser inasible para el análisis racional: se perciben símbolos arcaicos, referencias inconscientes y se convoca así la participación emotiva del observador.

Los factores más importantes
En este estudio nos centraremos sobre los efectos que ejerce la iluminación sobre esta polaridad dramático-descriptiva, y para esto tomamos en consideración las propiedades de la luz y sus efectos individuales que se manifiestan en gran medida en las relaciones de luz y sombra.

La relación de luz y sombra
A través de la relación entre las zonas de luz y de sombra la visión reconstruye una imagen que podrá percibir como descriptiva o bien como cargada de dramatismo.
La configuración de luces y sombras está primordialmente determinada por dos propiedades formativas de las fuentes de luz:  la direccionalidad y el grado de difusión de la fuente, cuyos efectos analizaremos en lo que sigue.
 Foto 1
Una fuente de luz puntual proyecta sombras de bordes y transiciones muy definidos,  mientras que una luz difusa genera transiciones suaves y progresivas.   Esta diferencia es fundamental ya que en el primer caso la neta delimitación entre la luz y la sombra puede provocar la aparición de nuevas figuras que se superponen a las formas y volúmenes que son propios del sujeto:  la visión puede confundir estas sombras con objetos independientes, las interpreta como figuras en sí mismas y este efecto se hace tanto más notable cuanto mayor sea el contraste.  El aumento del contraste puede llegar aún a una instancia en que las nuevas figuras, producto de las sombras, dotan a la imagen de formas abstractas.
Estas figuras oscuras que se superponen a la imagen y que nos aparecen como objetos cargan a la escena con un efecto dramático intenso.  Zonas enteras de la forma desaparecen devoradas por las sombras y dejan una sensación de misterio, de incógnita o de ausencia.
Esta sobrecarga dramática es en detrimento de la capacidad descriptiva de la imagen.
Por otra parte, la proyección de la sombra bien definida de un objeto sobre otra superficie, la aparición de la silueta,  es una ayuda a la reconstrucción visual de la información, la visión recompone la tridimensionalidad gracias a la superposición de diferentes vistas y proyecciones.
 Foto 2
Cuando la fuente de luz es difusa, las transiciones de luz a sombra son suaves y la visión no percibe imágenes abstractas, estas transiciones permiten reconstruir la tridimensionalidad del objeto,  apreciar el ángulo de los distintos planos y las curvaturas de las superficies. 
Este efecto de tridimensionalidad es importante ya que produce una sensación de realismo:  formas y volúmenes se manifiestan notablemente y en las transiciones se percibe la textura de la superficie. 
 
La textura
La textura es un fuerte elemento plástico revelado por la forma en que se iluminan las superficies,  la luz rasante, tangencial a una superficie produce sombras de todas las pequeñas irregularidades y el contraste local entre luz y sombra brinda la sensación de la textura.   Cuando la luz es puntual, la textura aparece en zonas muy pequeñas o no se manifiesta nunca,  esto es porque las transiciones son tan definidas que no hay espacio para apreciar el efecto local del contraste, salvo cuando la luz puntual rasante incide sobre una superficie plana. 
La importancia que tiene la textura en la imagen es que, junto con la trama, producen una sensación de materialidad que siempre hace resaltar la existencia real, la consistencia de lo observado.
La imagen de la textura de una pared atestigua sobre su existencia, quizá sobre su edad, su estado y su exposición a la intemperie, se trae el objeto “aquí y ahora” sin dejarle perder su significado de testimonio del paso del tiempo.
Inversamente, una piel lisa y sin arrugas produce la sensación de transparencia y de frescura que linda con la atemporalidad.

Las formas y la distribución espacial
La luz direccional ilumina diversamente los distintos planos y permite a la visión una reconstrucción visual de la distribución en el espacio y, asimismo, asocia los planos paralelos por su grado de iluminación, con lo cuál se crea un orden y se produce la unidad de los objetos complejos.

Contraste, luminosidad y color
Hasta ahora hemos visto la influencia que ejercen la dirección de la fuente de luz y su tamaño, justificando esta prioridad por ser las que forman el “clima” de la imagen y que no pueden compensarse o corregirse en los procesos posteriores a la toma.
La luminosidad general de la imagen tiene un vínculo muy directo con el efecto producido:  por lo general las imágenes más luminosas son las más descriptivas mientras que las imágenes oscuras son las más dramáticas,  con variantes que surgen por la aparición de áreas de mayor o menor luminosidad local.
Cuando el contraste es acentuado, se comienza a poner el acento en la relación de luz y sombra más que en el sujeto iluminado, hasta valores en los que aparecen trazos y formas que se superponen al sujeto haciendo menos relevantes sus propiedades.
El color ejerce una influencia determinante en la percepción que tenemos de los objetos.  Hay colores que tienen un mayor “peso” que otros y, por lo tanto, atraen la atención, el rojo por ejemplo, que es además un color que estimula, mientras que otros producen la sensación de calma o de profundidad, como el azul.
Sin entrar en una descripción detallada de los distintos colores y de sus efectos, podemos considerar como regla general que es la asociación con el color de objetos de nuestro mundo conocido lo que produce el estímulo de las emociones para cada color:  el rojo y el fuego o el rojo y la sangre,  el azul y el agua o el cielo, el verde y la naturaleza, el negro y la oscuridad, y otros ejemplos válidos que pueden tener un carácter universal, que trascienden las particularidades de las diferentes culturas, o bien asociaciones locales vinculadas con la carga cultural de cada espectador.

Michel Marcu
www.michelmarcu.com