Hasta el 1° de julio puede verse en Galería Ernesto Catena Fotografía Contemporánea la exposición Guilty! Evoca el tratamiento que la prensa amarilla aplicaba al delito, un espacio donde el rostro revela la crueldad (no menos que la inocencia) del monstruo-humano, retomando el registro de las instituciones policiales. Honduras 4882 y se puede visitar de martes a sábado de 13 a 19.30 Hs.
Marcelo Grosman retoma la idea tratada por la criminología que, ya en el siglo XIX, se sirve de la fotografía. Tanto Alphonse Bertillon como Cesare Lombroso plantean, en aquel entonces, el determinismo biológico para argumentar la figura del delincuente como una tipología humana específica.
Grosman toma el concepto y lo cuestiona, propone que quizás los inocentes son los culpables, al menos en algunos casos.
Paralelamente al trato que le confiere al concepto, le otorga un nuevo punto de vista desde el planteo estético. Toma fotografías de archivo y las modifica a partir de una post-producción digital.
“La fotografía judicial, cuyo desarrollo sistemático coincidió con las últimas décadas del siglo XIX, partía de una premisa básica: la mejor y única cualidad de una imagen fotográfica, entendida como un medio de registro e identificación, debía ser su completa exactitud para permitir y facilitar el acto del reconocimiento de las personas y el acto de la reconstrucción de los hechos”.
“En este ámbito la fotografía era considerada ante todo como una evidencia, como una refutación y, también, como un archivo de la frágil memoria humana”.
La fotografía judicial tenía como finalidad realizar un registro claro e identificable de los delincuentes, registro que Grosman desvirtúa radicalmente, generando una reversión de aquellos retratos, plagados de subjetividad, ofreciendo diversos puntos de vista superpuestos, proponiendo quizás una coexistencia de opiniones, una multiplicidad de miradas simultáneas o, tal vez, otorgándoles el anonimato que les permita la libertad a estos criminales.
Un recurso de lo más llamativo en la serie es la utilización de colores saturados que, en una primera mirada, pueden resultar disonantes. La sobreposición de las caras sobre dichos colores son comparables con lo que en cine se llama efecto anempático: este efecto se genera cuando el sonido, en lugar de reforzar la narración visual, es indiferente a ella, entonces el efecto sonoro y el visual tienden a generar emociones diferentes o incluso contrapuestas en el espectador. Algo similar a esto ocurre con la utilización de colores saturados en las imágenes de Grosman. Este, en lugar de aplicarlos en función de respetar ciertos códigos culturales establecidos, los contrapone.
“Con el término pharmakos los griegos designaban, un par de opuestos: remedio y enfermedad. Ponían al descubierto la reversibilidad del sentido. Por el filo de este reverso-anverso camina GUILTY!: devela en el criminal, a la primera de las víctimas; operación política central de la cultura. Por ello es posible sostener que el humanismo es el soporte sobre el que se va a estrellar el gran ejercicio político y mediático de nuestro tiempo: la asignación de culpabilidad.”
Todo en este trabajo toma un carácter ambiguo: desde la estética, la elección de los colores, la utilización del monocromo, la sobreimpresión de imágenes, el artista propone un cuestionamiento ¿quién es inocente y quién culpable? ¿Cuál es la víctima y cuál el verdugo?
Lombroso plantea, en el siglo XIX, que el criminal lo es por naturaleza y presenta una serie de procesos degenerativos característicos que hasta podrían llegar a ser hereditarios. Siglo y medio después esa teoría parece inaceptable.
Pero entonces: ¿es realmente el criminal un producto de la sociedad? De ser así todo integrante de la sociedad, pasa a ser culpable y el criminal no es más que una víctima. Quizás las cosas no sean tan radicales, quizás no haya ni víctimas ni victimarios, o quizás todos podamos ser víctimas y victimarios.
FOTOMUNDO 498 (JUNIO 2010)