sábado, 24 de septiembre de 2011

SUDAMÉRICA DESVESTIDA


Sudamérica desvestida
Marcos Zimmermann
Por Maria Paz Crotto.

Desnudos Sudamericanos en el Palais de Glace (Posadas 1725) hasta el 31 de julio.
Sudamérica desvestida
Son estos muchachos los que se emborracharán con sus amigos del club los viernes, los que se pelearán a trompadas por su novia en el baile de los sábados y quienes nunca faltarán a la mesa de sus madres los domingos. Los que, adolescentes y ahogados en deseo, tocarán la puerta de esa casa del barrio habitada por un hombre del cual todos hablan en secreto. Los que gozarán con la mujer del cabaret pero se casarán con la chica de la cuadra. Y los que recordarán cómo se desvelaron después de aquella primera relación con un hombre, mientras pasan la noche en vela a la espera el nacimiento de su primer hijo, en un hospital.
Marcos Zimmermann

Un chico se levanta de la cucheta y corre la cortina de la ventana del tren. Viaje a Córdoba en el Rayito de Sol, árbol, árbol, nada. Imágenes que pasan y quedan sedimentadas en algún lugar. Hijo de padre con sangre industrial y de madre de familia atravesada por el arte. Un día se enferma y está un mes en cama, se aburre. Algunas cosas tienen premio: su padre le regala una cámara con diafragma y foco. Su hermano le enseña a revelar con platos de sopa y juntos develan rostros familiares. Un viaje hacia el centro de Argentina en búsqueda de la identidad: doce libros y más de cien mil negativos.
Ramón, gaucho.
Provincia de Buenos Aires, Argentina. 2002.

Entre vasos de vino se ríe con amigos y piensa en un proyecto de desnudos masculinos. En 2000 hace algunas tomas en ambas costas de Río de la Plata y luego decide ir más allá de las fronteras. Hombres verdaderos y, detrás, como en una película, los paisajes sudamericanos. Marcos Zimmerman quería hacer un libro diferente y separarse de los desnudos clásicos de fotografía, o incluso de pintura, que están basados en el físico, el músculo, el brillo y la luz. “Más que un libro de desnudos, es un libro de desvestidos porque hay viejos, grandes, chicos, gordos, petisos, altos, con miembros chicos, miembros grandes. No hay una búsqueda estética del cuerpo sino todo lo contrario, tratar de mostrar cuerpos naturales, cuerpos normales”, explica el fotógrafo.

Un proyecto grande y complicado. Zimmermann siempre piensa sus fotografías en libros y, aunque dice que no es un editor de libros, reconoce que es un fotógrafo devenido librero como estrategia para mostrar su trabajo. Comenzó Desnudos Sudamericanos en el 2000, luego vino la crisis de 2001 y todo se paró. El proyecto se reanudó y, junto a Gabriela Carpaneto, su asistente de producción, le pidieron a algunos varones que se quitaran la ropa. “Me di cuenta de que algunos hombres inmediatamente pensaban que yo tenía otras intenciones. Era más fácil que una mujer parara a un hombre en la calle o que entrara a una carpintería y le pidiera a un hombre que se desnudara para una foto”. Otras veces, contactaban a productoras locales para hacer la pre selección. Cada una de las fotografías toca algún cicatriz de un país: un hachero y un militar en Paraguay, un minero en Bolivia, un torero en Perú y un gaucho en Argentina son algunos ejemplos.

Pablo y Mariano, malabaristas callejeros en una casa tomada.
San Isidro, provincia de Buenos Aires, Argentina. 2002.


En el epílogo de su libro, Marcos lo revela: “Todos los hombres aquí fotografiados son un solo hombre. Un hombre que se repite por millares en Sudamérica. Lo llevo dentro mío desde mucho antes de haberlo fotografiado, me habita desde hace años. Hombres parecidos a éste han cambiado mi forma de ver el mundo con una frase, o con un gesto. Y han sido mis padres a la mañana, mis compañeros por la tarde, mis enemigos de la noche y mis hijos en la madrugada”.

En las imágenes, se entremezcla la sensualidad con el machismo, la vida ardua y el descanso. No hay esteticismo, las fotografías muestran un desnudo directo y franco. El libro de Zimmermann es una contestación a las fotografía de desnudos de mujeres, que ya no escandalizan a nadie. Sin embargo, ver a hombres sin ropa resulta algo incómodo. Es como si al quitarles la ropa, apareciera la verdad, suya y la de su tierra.

A diferencia de sus prejuicios, en Chile tuvo la sorpresa de que era muy fácil encontrar gente dispuesta a desnudarse y en Brasil, por el contrario, fue mucho más complicado. Plantar a una persona enfrente de una cámara Pentax 6x7 y pedirle que se desnude genera de por sí una situación interesante. Marcos cuenta que, durante los primeros minutos, había una pequeña tensión porque los retratados son gente común que no está acostumbrada a posar, y menos a desnudarse en lugares semipúblicos.

Francisco, minero de una mina de antimonio.
Baiacoyo, Bolivia. 2006.

“Cuando uno empieza a trabajar y a hacer fotos durante una hora, dos horas, y conversando, la relación se afloja y finalmente uno termina no dándole demasiada importancia al desnudo en sí mismo”, cuenta Zimmermann. Al abrir el libro, el observador tiende a fijar la mirada en el desnudo porque es una imagen muy frontal. Pero, pasadas algunas páginas, comienzan a aparecer más fuertemente las expresiones y el entorno. “El libro es un pequeño cuento de una Sudamérica, o al menos como yo he visto algunas cosas de Sudamérica y es una reflexión sobre eso, sobre el hombre y sobre una manera de hacer fotografía. También es una contestación a la fotografía de desnudos clásica, estetizante y amanerada desde el punto de vista de la luz, del encuadre y demás. Es una fotografía muy directa y muy frontal”.

A todos les pidió que posaran con eran y, detrás de sus cuerpos, queda revelado su ambiente. En el prólogo, Zimmermann escribe: “Posiblemente la mayoría de ellos no llegará a verse en este libro, ni tendrán clara conciencia de que dormirán impresos por años en bibliotecas de ciudades que no conocen. Tal vez, tampoco sabrán que han dejado plasmado para el futuro un pedazo de Sudamérica en cada una de sus poses, en su temor a mi cámara, en su desenfado, o en el esfuerzo por imitar cómo se posa en las revistas o en la televisión. Pero todos, a su manera, han tenido confianza”. Una confianza que le confiere el retratado al fotógrafo y que tiene el hombre sudamericano en sí mismo.

Pablo Diego y su padre Pablo, albañiles.
Maldonado, Uruguay. 2002.

Desnudos Sudamericanos es un ensayo compuesto por más de ochenta fotografías que Zimmermann realizó durante ocho años en Argentina, Uruguay, Chile, Bolivia, Perú, Paraguay y Brasil. El fotógrafo también eligió para el libro una selección de textos que hablan de la masculinidad sudamericana. Se encuentran fragmentos de escritos de Jorge Luis Borges, Mario Benedetti, Manuel Puig, Manuel Scorza, José Hernández, Ezequiel Martínez Estrada, Horacio Quiroga, Pedro Lemebel, Nestor Perlonger, Osvaldo Lamborghini y Tomás Falknerm, entre otros. El libro, realizado por Ediciones Larivière, es de formato grande (29 x 38,5 centímetros) y tiene 130 páginas de papel de alta calidad. Además, las fotografías están exhibidas hasta el 31 de julio en el Palais de Glace.
Marcos Zimmermann no cree que se pueda hablar de una identidad de fotógrafos argentinos o sudamericanos sino que, más bien, hay buenos y malos fotógrafos, que se dedican a distintos temas. Él eligió ensayar acerca de la realidad de su país y se distanció de aquellos que eligen temas más abstractos, de los que hoy se llaman contemporáneos.
Claudio y Rina, novios.
Cabaret “Kasandra”, Maldonado, Uruguay. 2002.

“Veo que hay una similitud y hasta copia de cosas que se hacen afuera, que quizás afuera tienen algún sentido porque yo entiendo que en la fotografía alemana haya un Gursky o Candida Hofer, que me deja completamente helado, porque no me dicen absolutamente nada en mi realidad. En Alemania sí tiene sentido porque Alemania está toda fotografiada”. El tipo de fotografía ligada a lo artístico está impulsada por las galerías de arte que tienen una formación estética que viene de la pintura y de las artes visuales anteriores a la fotografía. Toda esta influencia ha tocado a la fotografía y Zimmermann confiesa que prefiere otra forma de pensar a la fotografía, que también es contemporánea: la que hace Sebastián Cid, Juan Travnik, Adriana Lestido, Oscar Pintor, entre otros.

“Soy un fotógrafo al cual nunca le ha interesado la fotografía como un lugar en donde uno se mira el ombligo, donde uno reflexiona acerca de sí mismo, para eso tengo la almohada. Me interesa la fotografía en donde pueda decir cosas del mundo que me rodea, opinar sobre ese mundo o incluso mostrárselo a otro”. Zimmermann opina que hay un desbalance entre lo que las generaciones jóvenes creen que hay que fotografiar y otra fotografía que no está tan a la vista. “Toda esta moda de la cosa estética de los curadores, de los diseñadores de espacios donde uno muestra, de los explicadores de cosas, me parece del todo inadecuada para el período fotográfico que estamos viviendo en Argentina. Yo creo que uno necesita que expliquen mucho una obra de arte cuando la obra de arte no dice por sí misma nada. Necesitás un curador que explique por qué vos hiciste un cuadro todo banco con un punto negro en el medio y por qué eso es arte”. 
Felipe y José, músicos de una banda.
Alto Sopocachi, La Paz, Bolivia. 2006.


Un minero masca coca y se desnuda lentamente. Se deja puesto el casco, las botas y el reloj, que ya son parte de su cuerpo. Detrás, el agujero de la mina y horas de trabajo duro. Cierra los puños y se sienta sobre la piedra, que ya sepultó a varios hombres. Verdad y desnudo. “Estas son fotografías de gente verdadera. Y la exhibición franca de sus cuerpos no es más que una manera de desnudar aún más sus verdades. Las propias y las de su entorno. En el modo de exponerse están su historia, sus temores, sus anhelos. Y en el paisaje que aparece detrás, la otra mitad de sus vidas”. 

María Paz Crotto