David Leventi: El artificio oculto. |
Por María Paz Crotto. El estadounidense David Leventi viajó a Buenos Aires para fotografiar el Teatro Colón, el último de los grandes teatros del mundo que compone su trabajo “Bjoerling's Larynx: World Famous Opera Houses”. Todas sus fotografías tienen en común la perspectiva centralizada y el detalle minucioso, que le aportan gran credibilidad a sus imágenes aún cuando son artificios: “Si bien la proporción de los espacios varía, mi meta es componer en una misma imagen la simetría vertical y la lateral. La cámara permite algo que el ojo desnudo nunca develaría”. |
El título hace mención a Jussi Björling, un tenor suizo de popularidad mundial que cantó en dos de los teatros que Leventi fotografió: el Royal Swedish en Suiza y el Metropolitan Opera de Nueva York. En ambos espacios, y en los más de cuarenta teatros que componen la serie, hubiera podido cantar su abuelo Anton Gutman. Sin embargo, por estar cautivo en un campo de concentración de la Unión Soviética sólo cantaba para oficiales y prisioneros. “Cuando finalizó la guerra, su carrera había terminado. Recuerdo a mi abuelo cantando alrededor del living ,y aunque no soy muy fanático de la música y no tengo muy buen oído, recuerdo que era hermoso. Esa es la razón personal por la que empecé este proyecto”. A diferencia del niño estadounidense tipo, a David nunca lo llevaron a Disneylandia Sus padres, ambos arquitectos y de origen rumano, le transmitieron el gusto por la cultura europea: “Todos en el colegio iban a Florida una o dos semanas y volvían con unos bronceados increíbles. Por curiosidad, fui hace cuatro años con mi mujer, y fue tan estúpido. Cuando volví, les agradecía a mis padres que me hubieran llevado a otros lugares donde se podía experimentar algo, algo aparte de falsedad”. Su maestro Robert Polidori le enseñó a trabajar con una cámara de formato grande: “Al principio no lo quería hacer, me parecía muy lento. Tardé alrededor de dos años en entender bien el mecanismo y, a medida que practicaba, me iba gustando cada vez más. Sigo admirando el instante preciso de Henri Cartier-Bresson y trato de incorporarlo a mi trabajo. Preparo la toma y espero a que algo pase, a veces surge algo grandioso y a veces no pasa nada”. También admira a Joel Sternfeld, Andreas Gursky, Candida Höfer, An-My Lê, Simon Norfolk, Chris Jordan, Edward Burtynsky, Alexey Titarenko, Pentti Sammallahti y Simon Roberts. Es clara la influencia que la Escuela de Düsseldorf tiene en su forma de percibir la fotografía: “Trato de ser perfecto, pero nunca voy a ser tan perfecto como un alemán. Amo el trabajo de Gursky”. Leventi marca una diferencia respecto de su trabajo y el de Höfer: “En sus fotografías hay mucha soledad, no hay referencias a lo humano; en cambio, en las mías siempre hay algo que no está bien”. El ambiente general determina la presencia de “imperfecciones”: a veces es una mesa pequeña con un candelabro o un maniquí, en algunas hay personas sentadas y, en el Teatro Colón, se puede espiar el movimiento de las piernas detrás de la cortina. Una vez, en su casa en Nueva York, amplió una de las fotografías del Teatro de París y, para su sorpresa, pudo distinguir la firma de Marc Chagall en el techo. Utiliza cámaras Arca-Swiss 4x5 y 8x10 y para fotografiar el Teatro Colón eligió los valores: f:16/22.5 y 2 minutos: “Nunca sé si las fotografías están bien hasta que vuelvo a casa y proceso la película. Me pongo nervioso en todo el proceso, luego del momento de la toma siempre siento que en algo me equivoqué. Pero, al mismo tiempo, cuanto menos pensás más surge el talento. Generalmente, mis primeras impresiones son certeras”. Para Leventi, existe un vínculo estrecho entre la fotografía y la música: “Un cantante proyecta su voz y el sonido alcanza las sillas, las telas, el techo, todo es absorbido por el sonido. También la luz es absorbida por una silla roja, rebota y vuelve a la cámara, se imprime en el negativo y después está en la fotografía”. El fotógrafo estadounidense define su estilo como arquitectónico, meticuloso y estructurado: “Tiendo a poner las cosas en una cuadrícula para que todo esté en su lugar. Aún cuando todo es caótico, encuentro la estructura. Cuando fotografiaba con 35 mm lo hacía, pero no tanto como ahora. Miro el mundo como si estuviera sacando una foto, de algún modo lo sé, camino por la calle y veo un par de edificios y sé exactamente dónde me pararía para hacer la toma. No camino por la calle con una cámara, si estoy interesado, recuerdo el lugar y vuelvo más tarde”. Las personas están en la misma sintonía que las cosas: “No debería decir esto, pero pongo a la persona en función del ambiente y la trato como si fuera un objeto más. Me gusta fotografiar a la gente, pero no lo hago muy seguido”. En 2007 comenzó sus viajes alrededor del mundo para retratar teatros en Francia, Rusia, Rumania, Suiza, Noruega, Hungría, Brasil, República Checa, España, Italia y Estados Unidos. En agosto, fue el turno del Teatro Colón: “Alguna parte de mí le gusta lo que es viejo, hubiera preferido fotografiarlo antes de la restauración. El tamaño del teatro es impresionante. Es enorme y tiene ese algo especial, un aura, que aún no lo puedo descifrar totalmente. Es esa misma sensación que me dio el Palais Garnier, el Metropolitan Opera, La Scala, entre otros”. La serie se completa con fotografías de cárceles totalmente redondas que se caracterizan por el tipo de arquitectura panóptica, imaginada por el filósofo utilitarista Jeremy Bentham en el siglo XVIII: “Va a ser un agregado muy interesante al proyecto de los teatros, va a ser un antes y un después en un libro”. La única cárcel que fotografió (hasta el momento) fue el Stateville Correctional Center en Estados Unidos: “Estar en una cárcel de máxima seguridad fue una locura. Estaba nervioso, tenía mucha ansiedad, todas las personas que estaban allí habían cometido algún crimen. Luego, me puse más cómodo. Estuve alrededor de cuatro horas”. Leventi se paró en la torre de vigilancia y fotografió las celdas, como antes fotografiaba los palcos en los teatros: “Cuando estoy en el teatro, no hay gente mirando, en cambio, cuando estoy en la cárcel todos están mirándome y yo los miro a todos. La cárcel me da la sensación de lo que sería estar en un teatro lleno de gente. Sabe que el “público” de la cárcel está cautivo y que los prisioneros lo van a mirar de todas formas, pero le parece interesante la comparación. Michel Foucaul en “La verdad y las formas jurídicas” describiría la sociedad disciplinaria mediante el panóptico: “Creo que Bentham es más importante, para nuestra sociedad, que Kant o Hegel (…) El panoptismo es uno de los rasgos característicos de nuestra sociedad: una forma de vigilancia que se ejerce sobre los individuos de manera individual y continua, como control de castigo y recompensa y como corrección, es decir, como método de formación y transformación de los individuos en función de ciertas normas”. Detrás del aparente mecanicismo de la cámara fotográfica se esconde un propósito nada inocente: “El teatro es como el panóptico foucaultiano, pero en negativo”. María Paz Crotto |