El resguardo poético de un pobre corazón | ||||||||||||||||
Un encuentro interesante con Marcos López y Valeria Gonzalez, y sus miradas acerca de las fotografías de los cinco artistas alemanes que exponen en Fundación Proa. Caminito y sus Maradonas azules y amarillos. Perros que toman mate vestidos para bailar un tango. En un bar de Gualeguaychú, una mesera en chancletas le sirve una cerveza caliente. Facundo: civilización y barbarie. Sandro y su cumpleaños llenos de bombachas. Un poster de Fernando Peña y las diferencias del cursi y del pardo ¿Cuarto, habitación o pieza? ¿Colorado, rojo o bermellón?... | ||||||||||||||||
Espacios Urbanos propone una mirada conceptual acerca de las ciudades contemporáneas del mundo. La muestra exhibe las fotografías de Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff y Thomas Struth, todos de la Escuela de Düsserldorf. Los fotógrafos alemanes reconocen la fuerte influencia del taller de Bernd y Hilla Becher, aunque, en algún momento, se separaron de sus maestros, y comenzaron a hacer fotografías grandes, o “grandes fotografías” como prefiere llamarlas Valeria González. La inmensa escala, según González, funciona como contenido y como sentido, ya que el tamaño resurge como un elemento retórico. No hay hechos, sólo hay interpretaciones dice el filósofo que busca el aire cortante de las alturas. En el ciclo de charlas Fotografías por Fotógrafos, Marcos López y Valeria González ofrecieron un recorrido posible a las imágenes de la muestra: los conceptos profundos y teóricos de González se encontraban con la provocación “salvaje” de López, quien reconoció que en sus trabajos intenta hacer lo opuesto a lo que se ve en las fotografías de los artistas alemanes. Marcos López no cree en las escuelas y las palabras “Escuela de Düsserldorf” le resultan un tanto extrañas, ya que sus nutrientes expresivos provienen más de Antonio Berni, Gabriel García Márquez y Ramona Galarza que de otros fotógrafos.
“Mi foto del asado, perdón, mi famosa foto del asado, se me ocurrió una vez que estaba en la Bienal de Valencia y vi Gursky, Sugimoto y dije ¡Guau! Cuando vuelva a Argentina, hago una foto del asado que le conteste a todos estos tipos. O sea, que mi sensación emocional con estas obras, al principio, es de una frialdad que, en general, me quedo afuera”. Uno de los ejes de su poética es el complejo de inferioridad Norte-Sur, el resentimiento provinciano y la periferia. Se siente como un salvaje hablando de una muestra que representa lo más sofisticado de Europa. Su visión, aclaró, es la de un artista o de un espectador, “porque decir como colega me da hasta como vergüenza”. Marcos explota sus complejos: “Esta foto hecha por estos superstars, que en mi imaginación son como superstars, inalcanzables, el alemán como cultura inalcanzable. Toda esta especie de fantasmas infantiles yo los conservo en una especie de cofrecito a la hora de crear”. Le impresiona el rigor técnico de las imágenes y no deja pasar su asombro acerca de lo que sucede con la fotografía en el mercado del arte: “Toda la cuestión de mercado del arte contemporáneo y todo lo que está alrededor de eso que es algo extrañísimo, digamos, ésto vale 850 mil euros, entonces, eso en un lado importa”. De todos modos, González intervino y aclaró que el éxito de mercado no alcanza como validación estética.
El fotógrafo argentino siguió: “Como que el fotógrafo se hace el tonto, no hay, perdón por citarme, lo contrario de mis fotos es que yo trato todo el tiempo de estar como un empalagamiento autoral, casi como una jalea. Leonardo Favio más Ramona Galarza, más todo junto”. Más Sandro, completó alguien del público. Si Escuela de Düsserldorf quiere decir algo, completó González, el rasgo en común de los artistas es la objetividad, más allá de los estilos diferenciados: “La objetividad es un estilo artístico que uno define como objetividad en comparación a otros estilos visuales, como por ejemplo al estilo de Marcos López. No es la realidad tal cual es, es lo que quiso decir el fotógrafo y ahí estéticamente, éticamente y políticamente todo cambia”. La procesión caminó hacia la sala donde están colgadas las fotos de Candida Höfer y todos se detuvieron frente a las fotografías que realizó del Congreso y La Casa Rosada de Buenos Aires. Valeria González explicó que Höfer utiliza la perspectiva centralizada, propia de los artistas del Renacimiento, lo que le proporciona una fuerte credibilidad a las fotografías, a pesar de que las imágenes estén llenas de artificios. Candida Höfer toma determinados espacios interiores donde se forma el capital simbólico de estas ciudades y, por lo tanto, “la naturalización de esos espacios tiene que ver con la naturalización de la producción del capital simbólico”. Pero Marcos López no puede dejar de pensar en colores estridentes, en reinas populares y en íconos criollos reinventados. Argentina tiene choripanes con salsa criolla. Casi que pidió disculpas por pensar en la muestra como en ir a comer al Hotel Faena. Según Marcos, hay algo de obscenidad en la pulcritud de las imágenes y prefiere volver a la comparsa: “Vuelvo a ese bar con el mantel pegajoso, con una camarera en chancletas y me detengo en la poética de esa ojota con la uñita un poco sucia. Como una especie de resguardo poético de mi pobre corazón a este desmedido elogio de la desigualdad del mundo. Me agarra como una cosa setentista, vayamos a las villas a hacer la revolución compañeros, una cosa totalmente inadecuada”.
Con un tono menos provocador, Valeria González resaltó la importancia de aprehender la muestra de los artistas alemanes desde la mirada latinoamericana. El éxito de los artistas alemanes, explicó, radica en que son los que más eficazmente lograron representar el concepto de ciudad globalizada y la constitución de las subjetividades contemporáneas. En este sentido, la idea del no lugar, la ubicuidad del lugar, la frialdad, la indiferencia y el anonimato quieren decir algo. Además, rescató el hecho de que “Asado en Mendiolaza” del fotógrafo argentino esté inspirada en “La última cena” de Hiroshi Sugimoto, ya que la muestra alemana puede ser una motivación: “Es importante que con estas actividades nos apropiemos de esta muestra, para que no sea solamente una muestra, para que sea una muestra nuestra. No importa que los artistas sean alemanes, Proa es nuestro y esta muestra es nuestra”. Marcos López recordó un encuentro que tuvo con García Márquez. El escritor colombiano le compartió sus fantasmas: “Una noche llaman a mi casa a las cuatro de la mañana, atiende mi mujer el teléfono y le hablan en inglés y le dicen, Señora, su marido ganó el Premio Nobel. Y ella le dice, che, te ganaste el Nobel. Y el tipo dice que lo primero que pensó es los engañé, se las vendí”. La fotografía de cierre de Espacios Urbanos pertenece a Thomas Ruff, a quien le es completamente indistinto hacer la fotografía o apropiarse de una imagen preexistente para, luego, resignificarla. “Además de revelar la naturaleza del código, genera una suerte de efecto estético fallido, porque es como si se estuviera refiriendo a la atmósfera borrosa de las fotografías artísticas, o pretendidamente artísticas, como un puro efecto mecánico de un código”, opinó Valeria González. Y, agregó, que la fotografía da a entender que la vivencia de las ciudades en la cultura globalizada pasa más por Internet que por la experiencia directa de viajar.
La misma fotografía pero, ahora, el turno de Marcos. Todos miran la enorme imagen pixelada y esperan que el fotógrafo argentino les de un poco de carne, como su Cristo en cuero en la fotografía “Asado en Mendiolaza”. Marcos López sigue construyendo su imaginario de los fantasmas alemanes como artistas que leen el New York Times, que saben de arte contemporáneo y que generan fotografías que están sustentadas por conceptos teóricos. Marcos López define a su obra como “una salvajada imposible de conceptualizar” y no puede evitar situarse como espectador: “Veo el partido Alemania versus Holanda en un bar de Gualeguaychú, con los mozos todos sucios, los platos con grasa, la cerveza que está caliente”. El error. María Paz Crotto |